Introducción al arte japonés

El archipiélago japonés es un paraíso regado por las más ricas expresiones de lo visual, ya sea en la arquitectura, en los jardines, en la pintura, en el teatro, en el ikebana, en los bonsáis, en los finos lacados de la ceremonia de té y en su primorosa ejecución, en los textiles y en la forja. Incluso el alfabeto ha desarrollado su propia variante artística –la del buen escribir, la caligrafía–. Pero no será la tendencia a embellecer con opulencia los recovecos la que guíe la mano del arte japonés, solo la capacidad de sublimar la esencia natural (por tanto, única) de las cosas.

Artes plásticas en Japón: crisol de sensibilidades

Nuestro primer acercamiento al hecho artístico japonés abordará manifestaciones directamente ligadas a la imagen: ¿cómo ha representado el universo y sus habitantes la historia de la pintura nipona? ¿Dónde queda la noción de belleza natural? ¿Qué puede aprenderse de la tradición escultórica budista, que floreció entre los siglos VIII y XIII? El lector se asombrará incluso con el potencial expresivo de la caligrafía y su capacidad para convertir el gesto en significante, con una contundente dimensión visual.

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También se detallarán los intrincados sistemas de construcción de la arquitectura tradicional nipona, que le permitieron ser considerada en el siglo XX la más moderna del planeta. De lo grande al detalle: de ahí, la desbordante imaginación del diseño japonés, que marca todo tipo de objetos y enseres. Desde luego, el espíritu de lo natural permea la fotografía y el manga, ramificaciones que en el País del Sol Naciente desprenden un perfume inconfundible.

Artes de composición japonesas: modelando la naturaleza

¿Qué arte floreció en el Este, sin llegar a considerarse nunca en Occidente? Fueron las llamadas artes de composición.

Ya en el siglo XI, los jardines en Japón se crearon para simbolizar el paraíso budista; luego para evocar fenómenos naturales (montañas, torrentes o mares), y después como lugares donde pasear y rememorar imágenes literarias o paisajes célebres. Durante toda su historia, la capacidad de representar del jardín nipón ha sido enorme, por lo que los maestros contemporáneos continúan recurriendo a las técnicas tradicionales para diseñar obras que siempre mobilizan sensaciones gestadas alrededor de la naturaleza, una fuente de inspiración inagotable.

El bonsái y el ikebana también acercan el mundo natural al ser humano, pero volviéndolo miniatura, para alcanzar la esencia sin renunciar a sus rasgos más significativos. En esas dos expresiones se hallan las principales ideas recurrentes de la estética japonesa.

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Dos principios para una estética japonesa

  • Una concepción que antepone lo particular a lo general, el elemento individual al conjunto. Resulta innecesario representar un enorme paisaje de bosques y montañas para captar su esencia: un arbusto diminuto, debidamente cuidado, puede hacerlo, igual que una única flor de cerezo puede simbolizar la vitalidad de la primavera.
  • La fugacidad de las cosas, un pensamiento muy cercano con la metafísica budista, intrínseca al ikebana y que, por ejemplo, en un bonsái exuda a través de su aspecto ajado, de la sensación que transmite esa inusual permanencia en la impermanencia.

La ceremonia del té: delicadeza perenne

La influencia del mundo del té ha trascendido su propio entorno para empapar con su filosofía muchos de los planteamientos de la arquitectura, la jardinería o la cerámica niponas. Su ideología puede rastrearse no solo en las artes, sino también en el teatro, en el ikebana, e incluso en la manera de situar los objetos en el tokonoma. La evolución de esas expresiones habría sido otra, seguramente más empobrecida, sin la relevancia cultural que conlleva la ceremonia de té.

Arte popular nipón: cultura del siglo XXI

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Artes también, pero con un peso industrial tremendo, hoy la televisión, el pop japonés, los videojuegos y el fenómeno otaku edifican un conglomerado que demuestra el importante papel que articula la tecnología en el mundo artístico. Estas son expresiones que hace ya varias décadas atrajeron a los más jóvenes, quienes siguen con interés su imparable evolución.

La cultura pop nipona comparte muchas de las características de las artes tradicionales: rasgos que, a pesar de su adscripción a una tradición bien arraigada, no sólo han propiciado la libertad de sus creadores, sino que han convertido su mundo virtual en un producto con un aroma nipón inconfundible y atractivo.

Artes escénicas en Japón: tradición y vanguardia

Los clásicos noh y kabuki son géneros teatrales que encumbran los recursos propios de la literatura y poesía, a la vez que muchos de los rasgos de las artes plásticas de Japón.

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El teatro noh vive en un espacio plagado de vacío, habitado por espíritus. Máxima concentración ritualística y gestual, el tiempo se detiene en el escenario. De lentitud y minimalismo radicales, se convierte en el súmum de la depuración artística. El kabuki muestra la otra cara de la moneda: su esplendor se apoya en imágenes de divinidades budistas, en cantares heroicos, en leyendas milenarias que se presentan con una opulencia visual difícil de superar.

Pero la escena japonesa no se limita a replicar formas centenarias, pues en la década de 1950 nació uno de los estilos de danza moderna más completamente innovadores: el butoh. Como es ya costumbre a lo largo de toda la historia del arte japonés, la rotundidad visceral del butoh nace del estatismo y del silencio. Su maquillaje blanquísimo, los movimientos lentos de los intérpretes y la ausencia de todo diálogo beben el mismo néctar que el teatro noh y el kabuki. Quizás sea esta la evidencia definitiva de que en Japón la tradición siempre se mantiene: cambia solamente la forma de plasmarla.

Una tradición en imágenes: cine japonés, anime, jissha eiga

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El cine japonés, el anime y el jissha eiga (películas de acción real basadas en manga) podrán ser punteras en cuestiones tecnológicas, al frente en uso de imágenes generadas por ordenador (CGI) y otros efectos especiales. Sin embargo, continuarán manteniendo muchos de los planteamientos estéticos fundamentales de las artes tradicionales. En ambos, la expresión audiovisual, cinematográfica y televisiva, constata y confirma que cualquier manifestación artística nipona resulta singular y con un fuerte carácter visual. Una imagen vale más que mil palabras: ¿no es esta reducción extrema, en esencia, japonesa?