Historia de Japón: una gota que cae

Cuando aún no había mundo, cuando los tiempos aún recordaban sus albores, los primerizos Izanagi e Izanami empuñaron una jabalina y la mojaron en el mar. De las gotas que de su punta resbalaron, nacieron unas islas discretas… La belleza silenciosa del agua cayendo da origen a la historia de Japón.

Pero no habrá un único comienzo para la cronología de este país, para quien los juegos de tronos y las guerras de poder heredarán el espíritu de los rifirrafes entre hermanos de Tsukiyomi, Amaterasu y Susanoo. Con los años, las gotas se multiplicarán, hasta convertirse en una lluvia imparable. Sin embargo, sobre el archipiélago japonés, el cielo siempre será el mismo.

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De la mitología japonesa al sueño cortesano

Aunque los primeros japoneses llegaron de Corea, desde China, hará unos 13 000 años, encontramos una nueva génesis en el año 660 a.C, con la entronación de Jinmu Tenno, descendiente de Amaterasu y primer emperador del país según el Kojiki. El clan Yamato seguiría su legado, y su forma de organización política, imponiendo un solo emperador (o emperatriz) y una capital entre el centenar de familias repartidas por el país. Con la instauración de la capital permanente en Nara poco antes de la tumultuosa construcción del Todai-ji, en el año 710 empezaba una nueva era.

Luego, en 794 sería la vecina Kioto el emplazamiento designado corazón del país. Heian-kyo, la llamaban: nacen en su seno las intrigas de palacio del Genji Monogatari, junto con ideas como el mono no aware (el tamiz agridulce de la existencia) y el okashisa (aquella incongruencia que sorprende y agrada). Así como dichos puntales del paladar estético nipón han sobrevivido a través de los siglos, también Kioto fue capital durante mil años.

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Pero ningún deleite o riqueza impediría a los cabecillas de los clanes descastados, relegados por el poder imperial a servir en provincias recónditas, armar a ejércitos de samuráis y entrar en guerra civil para hacerse con el trono.

La era Heian termina con otra rencilla: aunque finalmente los Taira ocupan la capital en 1118, son rápidamente destronados y perseguidos por los Minamoto, que darán otra vuelta a la rueda política.

Japón en tiempos de guerra

Los Minamoto mantienen la figura del emperador, pero es ahora solo un títere a manos del shogun, encargado a la práctica de gobernar todo el país, ahora bajo el nombre de bafuku.

Al morir el primer shogun, su viuda (de la familia Hojo) heredó el poder, pero también uno de los reinados más tormentosos de la historia japonesa. Fueron tiempos de invasiones mongolas, fracasadas gracias a terribles tifones. De aquellos vendavales, nacería el nombre de kamikaze (viento divino).

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La historia sigue con una traición: el shogun, arruinado en sus campañas contra los mongolos, ha perdido el favor de los clanes. En 1333, el autoritario emperador Go-Daigo trata de recuperar su poder con ungolpe de estado, que debe ser inmediatamente frenado por el mejor de los generales de los Hojo, Ashikaga Takauji. La treta es doble, pues resulta que Takauji no solo destrona al shogun, sino también al emperador. Y el timón gira de nuevo.

Esta vez, sin embargo, el gobierno ha demostrado ser demasiado débil para sostener las ansias de sublevación de los clanes. Sus líderes, los daimio, pronto se enzarzan en una cadena de guerras civiles, que dan pie a los cien años de la era Sengoku.

Una época marcada por la inestabilidad política constante, pero en que, por otra parte, artes como el refinado teatro noh, el ikebana o la cha-no-yu vivieron un momento esplendoroso.

Y la paz japonesa cerró las puertas al mundo

Oda Nobunaga no era otro daimio cualquiera. General de una prefectura relativamente menor, su talante despiadado y brutal le permitió escalar posiciones y superar a todos sus rivales en la carrera hacia la unificación de Japón (tenka fubu). Redistribuyó los territorios entre cabecillas, realizó catastros y normalizó unidades de peso y medida, pero fue asesinado por uno de sus generales en 1582.

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Lo sustituyó como regente Toyotomi Hideyoshi, un soldado raso que había ascendido hasta llegar a lo más alto. Una vez en el poder, se había vuelto extremadamente receloso y conspiranoico, y se dedicó a ejecutar todo posible contrincante. También los cristianos, que habían llegado a Kyushu en 1543, fueron expulsados por miedo a una invasión.

El desafío vendría finalmente de parte del que luego sería su sucesor, Tokugawa Ieyasu. Su gobierno se trasladó a Edo (Tokio) y empezó una estabilidad que duraría dos siglos y medio, gracias a un férreo control sobre los daimio.

En 1638, el mismo Tokugawa ordenó la expulsión de los occidentales y el cristianismo fue prohibido. Empezaba el famoso período de aislamiento japonés. No obstante, también fue esta una época de riqueza y de hedonismo para las clases comerciantes, que patrocinaban el teatro kabuki, los torneos de sumo y los barrios del placer, en lo que ahora llamamos ukiyo (mundo flotante).

Siglos XIX y XX, Japón y los otros

Cuando en 1853 el comodoro Matthew Perry entró en la bahía de Tokio con una flota de cañoneros estadounidenses, el gobierno tuvo claro que sus años de cerrazón habían llegado a su fin.

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Los Tokugawa opusieron más resistencia a los reformistas, que exigían la abdicación del shogun para devolver el poder fáctico al emperador. Con su victoria, empieza la era Meiji.

Los japoneses, abiertos al intercambio económico y cultural con el resto del mundo, aprendieron rápido y en 1889 el país contaba ya:

  • Con una línea ferroviaria
  • Una Constitución modelada según los estándares europeos
  • Sistemas bancarios y partidos políticos.

Militarizado y proto-democrático, Japón ya era uno más entre la Sociedad de Naciones.

Sin embargo, una diplomacia deficiente y el genocidio que Japón perpetró en Manchuria en 1937 pusieron el país de espaldas a sus compañeros internacionales. El ataque al Pearl Harbor estadounidense, en 1941, sería la gota que colmaría un vaso ya muy lleno, y los Aliados devolverían el golpe hasta el lanzamiento en 1945 de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Unos días más tarde, el emperador Hirohito renunciaría al cargo.

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Los años ochenta de Japón

Amparados en una nueva Constitución y la tutela obligada de los EE.UU. empezaría el crecimiento económico comúnmente llamado «milagro japonés», que llevó a Japón de la miseria más absoluta a la burbuja consumista de los 80.

Japón y los 90

La crisis de los 90, ataques terroristas y desastres naturales (el Gran Terremoto del Este, en 2011, y el tsunami que lo siguió) han sido más que suficientes para acabar con el sueño de crecimiento febril japonés.

Japón en la actualidad

Ahora, el país se debate aún entre las consecuencias de la crisis financiera de 2008 y el golpe de timón que ha supuesto la Covid-19 para una economía nacional preparada para hospedar unos Juegos Olímpicos nunca celebrados. Ha llovido mucho desde los tiempos de Izanagi e Izanami. Pero la historia de Japón pervive, atisbando señas de futuro.

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Descubre Japón | Tierra de Wa: un intento de aproximación

VOLUMEN I: HISTORIA, LA SINGULARIDAD.

Carlos Rubio analiza, en los dos primeros capítulos, el panteón mítico que ordena la mitología fundacional del archipiélago, desde el nacimiento de los primeros dioses hasta la concurrencia de leyendas y cuentos de hadas que vienen entreteniendo y moralizando a los japoneses, aún a día de hoy, de todas las formas posibles.

Japón no puede contemplarse por encima de lo específico su territorio, cuya topografía y accidentes, tan particulares, han participado directamente en la formación de una cultura insular y diversa. Sobre este sustrato se edificará una historia nacional milenaria, que el mismo Carlos Rubio recogerá y expandirá, replegándola a la vez sobre aquellos episodios que marcarían un cambio ineludible en el devenir del país nipón, en materia de política y sociedad.

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Unos episodios que dinamitarán, a su vez, algunos de los conceptos clave que siguen resonando como fundamentales en el Japón contemporáneo: de ahí, que:

  • Marcos Sala escriba sobre el código de honor del guerrero y la siempre olvidada onna bugeisha;
  • Javier Vives trabaje sobre los periodos históricos de aislamiento y apertura de las fronteras nacionales;
  • Juan Manuel Suárez Japón firme un estudio detalladísimo sobre la llegada de los primeros japoneses a España.
  • Con el siglo XX llega la fatídica «lluvia negra», el desastre atómico que Ima Sanchís y Javier Vives contextualizan y ponen bajo lupa con una profundidad exacerbante.
  • Finalmente, Florentino Rodao y Haruko Hosoda Kawase analizarán, desde una perspectiva social, política y, seguidamente, diplomática, cuáles son los retos a los que se enfrenta el Japón del siglo XXI.

Deseamos que, con la ayuda de estas manos expertas, Japón nos quede un poco menos lejano.

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