Ya en los años 70 escribía el periodista de viajes Nicolas Bouvier que todo el mundo era capaz de ubicar, con los ojos cerrados, el archipiélago japonés sobre un mapa. En efecto, hoy día, el Japón misterioso parece haber desaparecido tras un paisaje globalizado, lleno de rótulos en inglés, preparados para unos Juegos Olímpicos que nunca fueron. En la era de la información, parece más difícil que nunca perderse en la lejanía cultural de aquel que llamamos “país del sol naciente”.
Sin embargo, traspasados los lindes de los grandes atractivos turísticos, el lugar esgrime una faceta virgen, repleta de vasos comunicantes al pasado y tan fascinada por lo foráneo como lo estamos nosotros del ellos. Descubrirlo puede ser tan simple como montarse en un tren (ressha) para recorrer el país sin prisas, montados sobre locomotoras antiguas o con encanto, y disfrutar de las rutas escénicas que se abren a nuestro paso.
Quizás redescubrir la lejanía perdida de Japón sea cuestión solamente de levantar la vista y ralentizar el paso.
Parques naturales y las mejores rutas de senderismo
Recogemos el legado de sogunes, samuráis y viejos comerciantes, que iban y venían por las antiguas carreteras de Edo y se hospedaban en posadas de toda índole y condición social; nos empapamos del olor de los cedros japoneses en la mañana de una caminata… Somos testigos del Japón más auténtico, reposado y espiritual, a través de un recorrido por los históricos caminos y las principales rutas sagradas que abren las puertas a tiempos pretéritos.
Las cinco viejas rutas de la era Edo, las llamadas Gokaido, cruzan las entrañas del país montañoso y, como la meditación, piden paciencia. Son: el Kumano kodo y las antiguas vías de peregrinación de la península de Kii, la ruta de los 88 templos de Shikoku, la cordillera de Kamikochi (en los alpes japoneses) y, más asequible, el Paseo del Filósofo de Kioto.
Templos y santuarios: cómo distinguirlos
La clásica duda, que no podemos dejar de resolver. La mayor diferencia entre templos y santuarios es que los últimos, hogar de rezo sintoísta, poseen un torii. Se trata de un gran pórtico exento, que no es más que la representación esquemática de una gran puerta: dos grandes pilares y un par de vigas en su parte alta.
También los diferenciaremos por la presencia de shimenawa, una cuerda atada alrededor de piedras, árboles o cualquier elemento considerado sagrado, en la que se cuelgan trozos de papel blanco plegado en zigzag. Además, a diferencia de los monasterios budistas, encontraremos en la entrada de los santuarios una fuente temizuya, para un sencillo proceso de purificación llamado misogi (lavarse las manos y la boca con agua).
Las guías recomiendan una visita a los espectaculares templos de Kiyomizu-dera, en Kioto, o al Senso-ji de Tokio, y a santuarios como el mayestático Shimogamo-jinja en Kioto o el epatante Meiji-jingu en la capital. Nosotros, por el contrario, os aseguramos que incluso los pequeños altares escondidos en los rincones urbanos tienen un encanto especial, imposible de vender en ninguna guía de viaje.
Museos: colecciones con sentido
Según los datos del Ministerio de Educación de Japón, el censo de museos repartidos por todo el archipiélago nipón supera los cinco mil (los dedicados al arte, más de mil). Esta es una cifra en constante aumento, pues cada año se inauguran espacios que alojen las obras donadas por coleccionistas, por artistas y por lares religiosos, sean budistas o sintoístas.
Si de las clásicas rutas turísticas hubiera que destacar dos museos realmente imprescindibles, se mantendrían en pie, por su valor artístico e histórico, pero también simbólico:
El Museo de la Paz de Hiroshima
El Parque de la Paz de Hiroshima fue encargado al arquitecto Kenzo Tange en 1949 para incluir en él un museo y un cenotafio conmemorativos. La configuración y diseño del conjunto se pensó para enmarcar, adecuadamente y desde lejos, la visión del único edificio situado muy cerca de la zona cero que no quedó totalmente destruido, el denominado Cúpula de la Bomba Atómica.
Todos los años, el 6 de agosto a las 8:15, la hora de la deflagración atómica, se celebra en el parque una multitudinaria ceremonia en la que se guardan unos minutos de silencio en memoria de las víctimas. Visitar un emplazamiento con tal carga emocional es básico para aterrar en un antibelicismo necesario.
El Museo Nacional de Tokio
Si bien sus dimensiones pueden resultar un poco abrumadoras (ocurre con todas las grandes pinacotecas), en contrapartida, ofrece la posibilidad de obtener una completísima panorámica del arte japonés, desde la Prehistoria hasta bien entrado el siglo XX.
Son más de 110 000 piezas, 87 de las cuales catalogadas como Tesoro Nacional. La variedad de especialidades vertidas en sus salas –pintura, escultura, caligrafía, cerámica, laca, armas y armaduras– permite a cada visitante configurar su recorrido según sus preferencias. La historia del arte japonés es inacabable.
Brotes de hierba y metal: jardines y edificios emblemáticos de Japón
Abandonarse entre las líneas ondulantes de un jardín seco, de implacable nitidez, o sumergirse entre la jungla de acero y cristal de los grandes rascacielos, órganos de la metrópolis. Momentos de éxtasis en que el viajero olvida la función de los paisajes y los edificios y se abstrae; se cuelga del simple estar en la belleza.
Descubrir los cinco mejores jardines secos de Kioto
Los mejores jardines secos o karesansui se encuentran alojados en templos de fácil acceso, como:
- Daisen-in
- Ryoan-ji
- Taizo-in, con un precioso jardín de paseo (tsukiyama)
- Konchi-in
- Tofuku-ji
Japón y la arquitectura con alma
La capital japonesa es un organismo que crece y se desarrolla, cambiando de aspecto constantemente. En ese sentido se encuentra en las antípodas de las ciudades europeas, convertidas en gigantescos museos que exponen sus inmóviles maravillas. Tokio respira entre modernos espectáculos multimedia en los que sus propios edificios actúan unas veces como decorado y otras como protagonistas de la imagen pura.
La tendencia a desmaterializar las fachadas y paredes es uno de los rasgos de muchos inmuebles que albergan las grandes marcas de diseño y moda en Tokio y que comenzaron a construirse en la última década del siglo pasado. En Ginza, encontramos, por ejemplo, el edificio Vuitton de Jun Aoki (1956), el Dior de Kumiko Inui (1969) o el Tiffany de Kengo Kuma (1954). En Omotesando, una de las zonas más distinguidas de la ciudad, se encuentran el edificio Dior de Sejima (1956) y Nishizawa (1966) o el One, también de Kengo Kuma.
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Descubre Japón |El arte de viajar
VOLUMEN IX: EL ARTE DE VIAJAR, SELECCIÓN Y EXCLUSIVIDAD
Quien lo ha vivido lo sabe: solo las mejores guías de viaje, aquellas preparadas para dar cabida a la complejidad de la alteridad nipona, pueden determinar el destino de un viaje a Japón. Ello incluye, cómo no, abandonar lo masificado y escoger rutas desconocidas para recorrer el país. Para descubrir más sobre el arte de viajar a Japón, te recomiendo comprar el volumen IX de Japón, el archipiélago de la cultura. En Amazon, lo encontrarás al mejor precio.
En este noveno volumen, exclusivamente dedicado a organizar un posible viaje a Japón, serán los mayores expertos en todas las áreas de la vida y la cultura nipona (que hemos desgranado en profundidad a lo largo de los fascículos anteriores) aquellos encargados de seleccionar –digamos, de curar– y presentar los lugares de más interés para el viajero primerizo o el aventurero ya iniciado, ya sea solo, en pareja, con familia, centrado en un solo aspecto, deseoso de tomar pequeños bocados del país en sus múltiples facetas…
Autores de la talla de Eduard Terrades, Javier Vives, Michiko Tsuboi, Mariló R. del Alisal, Cristina Martín, Carolina Plou y Naoko Sato, todos ellos doctos en una o varias disciplinas del ser japonés, ponen su firma en una selección exclusiva y personalísima de destinos, que no solo listan sino también explican en profundidad. Nada mejor para el lector que acercarse a un templo, a un castillo o a un barrio de Tokio, por citar ejemplos cualesquiera, con conocimiento de causa.
Conocer qué se está contemplando, poder comprender, en definitiva, la extrañeza de las formas niponas y valorar los espacios que son ignorados por las turbas de turistas, incluso maltratados con demasiada frecuencia. No hay, creemos, mejor forma de homenajear el país del sol naciente. Deseamos que, con la ayuda de estas manos expertas, Japón nos quede un poco menos lejano.